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jueves, 24 de abril de 2008

Mi regalo de quince años

Nunca tuve un quinceañero. Le había advertido a mi mamá que no me vestiría de novia prematura como todas mis amigas y, mucho menos, realizaría el ritual tonto de los cambios de zapatillas. Mi papá disfrutó de la idea de no tener que vestirse de etiqueta, hasta que se enteró de que lo que quería era un viaje a Argentina.

Mi familia apenas ganaba lo justo para comer y pagar las deudas. Nunca recibí aquel regalo y lo entendí en aquel momento. Sin embargo, siempre tuve la ilusión de visitar la tierra del churrasco y el tango (ahora añado del vino y los guapos argentinos).

Luego de once años, por fin pude darme mi regalo de quinceañero. Ir a Buenos Aires y a la Patagonia ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. No hay forma de describir la magnitud de las cataratas del Iguazú, el esplendor del glaciar Perito Moreno y la emoción al esquiar por las montañas de Ushuaia.

Mi regalo de cumpleaños llegó un poco tarde, pero la emoción de hoy se disfrutó el doble. Gracias a mi papá por los sacrificios y los esfuerzos. Este viaje debí darlo con él.

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